23/06/2020 -  3 minutos de lectura Por Inmaculada Benito

El modelo hacia el que migramos será de convivencia en el cuidado mutuo entre las comunidades humanas y el medio-ambiente. Dentro de este paradigma el viaje se convertirá en una actividad vinculada al mantenimiento de redes de afectos y de colaboraciones laborales, culturales y de activismo ciudadano a largo plazo. 

El turismo es un sector que se encuentra en permanente transformación. Son múltiples los factores y las reglas del juego que influyen en su desarrollo y que por tanto afectan sus resultados. Sin embargo, podríamos hablar de que ese continuo proceso de mutación se ha venido haciendo de forma lenta hasta el 2020. 

El tamaño, las capacidades financieras, el propósito, la tipología, la ubicación eran algunas condiciones que ralentizaban la evolución del sector, manteniendo en un mismo mapa una gran diversidad de modelos de empresas y modelos empresariales que han venido conviviendo de forma armónica. 

Además están los debates que han girado alrededor del sector sobre su acción contaminadora cultural y medioambientalmente. La turismofobia, el efecto del turismo sobre el cambio climático o la falta de aportación de valor económico y social del turismo de sol y playa masivo, han ocupado el tiempo de científicos, intelectuales y sociedad civil.

En paralelo, y con una perspectiva opuesta, se ha tratado al sector como un sector resiliente capaz de comportarse mejor que otros sectores, en momentos de dificultad. La crisis del 2008 es un buen ejemplo de ello. 

 

Podríamos afirmar que todo era así hasta marzo del 2020. En esa fecha, con un punto de inflexión que podríamos marcar el 15 de marzo, el sector turístico aceleró su transformación. La crisis nos deja evidencias claras del impacto de la actividad económica y por tanto también la turística. La seguridad y la salud irrumpe bruscamente en la vida de todos, las organizaciones deben adaptarse, se instala el teletrabajo, y la distancia social pasa a ser la nueva normalidad. Todos los sectores sufren cambios, pero sin duda el turístico es el sector que para competir debe acelerar el cambio. 

¿Qué pilares sustentan ese cambio? 

  • El primero, la movilidad segura y libre de COVID-19. Sin movilidad no hay turismo, por ello la capacidad de garantizar esa seguridad marca la recuperación realista del turismo internacional.
  • El segundo es la sostenibilidad y la cercanía emocional. El equilibrio entre cantidad y valor será obligado en estos momentos. No podremos seguir sumando viajeros, si no sumamos valor social, medioambiental y económico. Eso se consigue con una mejora de las infraestructuras públicas, la reconversión de los destinos maduros de la que se viene hablando por años. 
  • Por su parte, el valor social y medioambiental lo aportarán las empresas. El consumidor será más exigente y por tanto hemos de evolucionar de la RSC a la convicción, al propósito, a introducir en el ADN de las empresas la aportación de valor social y medio ambiental como base de sus operaciones. El modelo hacia el que migramos será de convivencia en el cuidado mutuo entre las comunidades humanas y el medio-ambiente. Dentro de este paradigma el viaje se convertirá en una actividad vinculada al mantenimiento de redes de afectos y de colaboraciones laborales, culturales y de activismo ciudadano a largo plazo. 
  • Por último la tecnología, el turismo se ha ido adaptando a las evoluciones tecnológicas cada década, sin embargo el salto vertiginoso dado durante la pandemia obliga a acelerar el cambio de la digitalización del sector. La introducción de las tecnologías deberán estar presentes antes durante y después de la experiencia. Empezando por las apps para la solicitud de todo tipo de servicios, la telemedicina para sentirse confortable y seguro durante la estancia, y la posibilidad de extender las experiencias del destino más allá del tiempo que se visita serán una realidad a partir de ahora. Los consumidores podrán seguir disfrutando de determinadas experiencias en la post estancia gracias no sólo a la recuperación en remoto de los recuerdos sino a la oportunidad de vivir a distancia algunas de ellas. Es la llegada de esa conexión destino-cliente la que aportará esa convivencia de cuidado mutuo que ha llegado para quedarse. Que conocíamos pero probablemente no valoramos como lo hacemos ahora.